Decía aquel poeta
subido al escenario
de una poesía patética,
que aquel último verso
le sabía a copa de whisky llena.
Era un poeta de barra,
de terraza de bar,
de viejas bodegas,
de subidones desmedidos
y de noches eternas a la serena.
Desayunaba cafés calientes
y copas de vino
espumadas con canela,
a esas horas
en que los perros ya duermen
y solo los gatos maúllan
a las entradas de las gateras.
Tan pronto el cielo luminoso
descargaba sus esencias
sobre las copas vacías
y la mente llena de escenas
se ponía aquel poeta a escribir
sobre sus locuras tiernas.
Cabía en su mente
desde un elefante volando
a un beso asido al palo de una vela.
¡Qué quereres lo de aquel poeta!
Amigo del viento era
siempre sujeto al dialogo sordo
sobre la silla de enfrente de su mesa,
ella vacía,
ya nadie en ella,
y es que en las noches
en que las sombras
se convertían en parte de su esencia
ese poeta construía
eso que se llama viejos teoremas,
relacionados con el pasado
de quienes en él buscan
su presencia
con fondo a melodía quebrada,
para así poder cambiar el ritmo
de lo que poco ya interesa.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario