Había un silencio
que recortaba las palabras,
que jugaba con las letras
que van a la deriva
y así navegando
he surcado los mares
y llegado a puertos
por mi desconocidos.
Nada es lo que parece,
ni el agua es agua,
ni navego
ni se de más puertos
que el propio y mío.
Todo es un cuento hermoso
de esos que se cuentan
los domingos,
para distraer a los ociosos
para levantar el alma
de los aburridos.
Ya me veo por allí
donde solo reina el silencio
de los espíritus,
comiendo de todo un poco,
llenando mi inestable corazoncito
de aquello que sin servir
para otra cosa
se presta por si solito
a darle estos versos contenido.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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