Un miércoles es este que promete
en el mundo más tormentos,
en las Olimpiadas más medallas
y ya el sabido desprecio
hacia lo cotidiano del deporte,
este solo hecho
por aquello de que es saludable
y bueno para el cuerpo.
Por el río Sena las canoas
surcan esas sus aguas
que al parecer
llevan en su seno
trocitos de todo menos del cielo.
Y veo en mis sueños
a una paloma de la paz
arrojando sus excrementos
sobre todo lo que tiene que ver
con esas marcas deportivas
que hilvanan sus atuendos
con el sudor de los pobres,
en el tercer mundo
donde no hay derechos.
Me asomo por una ventana,
la de mi entendimiento,
la tranquilidad del momento
da para pensar
que si no la cierro pronto
el sol me escupirá
sus rayos, casi pegamento.
Y así me alejo
y con el ordenador en la mano
continuo dándole a los versos,
corren las letras,
las sílabas se juntan
en una especie de mágicos instantes,
es como si tuvieran celos,
y así sin más tormentos
me rodeo de letras
y doy por terminado
esta especie de duelo,
en el que solo falta
la comitiva, el coche con sus atuendos,
el ataúd y dentro,
el cadáver vestido
con el mejor de los trajes
que había en el ropero,
igual da que sea verano que invierno,
los calores no llegan más allá
de un cristal que protege
a los de fuera del de dentro.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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