Escribo con la luz apagada
para no despertar
al resto de miembros de la casa,
encima de la cómoda el móvil se carga
y de cara a la pared
un retrato de mi infancia
se confiesa
de todas aquellas cosas pasadas
que por falta de tiempo
a uno todavía le dan la lata.
Hace calor,
la estancia está llena de sombras
que no paran
de aflorar en mitad
de un cubil de piratas
del que brota
la manga de una casaca.
Me se en mitad de un cuento,
no se por donde andan las musarañas,
ha sonado el despertador,
el vecino tose por falta de aire
en esos pulmones
que por culpa del tabaco lo matan,
se oye el ascensor,
es alguien que baja,
una lavadora indica que en esa casa
se limpia el amor que por las noches
estalla y llena los espacios
de sudores que se agarran a las entrañas,
y es que por aquí no pasa nada,
todo tan tranquilo que se espanta
hasta la pobre de mi alma.
Me atrae el susurro de los silencios
que desde el cielo bajan,
éste que llega en volandas
trina y es de los que a la mínima se escapa.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
Uno juega con el paisaje y lo convierte en eso que quiere y es que sin imaginación no somos nada. Si somos capaces de jugar con la mente y convertir lo más cotidiano y cercano en algo más, habremos conseguido que los sueños se hagan realidad
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