Entre conjuros y cánticos
con elevados tintes de melancolía,
he visto
y no se me olvidará nunca,
brujas de noche
y brujas de día,
brujas durmiendo a la serena
y brujas que riman,
con aguja,
burbuja,
cartuja,
cruja,
dibuja,
empuja,
granuja,
maruja,
repuja
y sobrepuja.
y brujas de día,
brujas durmiendo a la serena
y brujas que riman,
con aguja,
burbuja,
cartuja,
cruja,
dibuja,
empuja,
granuja,
maruja,
repuja
y sobrepuja.
Hay siguiendo con esta letanía,
muchas brujas
que perdidas andan
que perdidas andan
en busca de aventuras,
y con sus prisas
y con sus prisas
se cuelan por las chimeneas
y a veces se chamuscan.
y a veces se chamuscan.
Pero entre todas las brujas
hay una
que tiene una mirada felina,
la nariz larga
que tiene una mirada felina,
la nariz larga
y en ella una verruga.
Vive ella
en los libros de fantasía
y en los ojos vidriosos
de los sapos que habitan
en las charcas de nuestras vidas.
Pobres brujas
fueron ellas perseguidas
y de una forma brutal
a cenizas reducidas
por el clero malicioso
que verlas quería
en prisión y desnudas.
Las brujas se escondían
para cuando con saña
eran denunciadas
ante la justicia,
las blancas y las negras,
las rojizas y las amarillas,
las blancas y las negras,
las rojizas y las amarillas,
todas al final convertidas
en tristes heroínas
de una muerte
que ni buscaban ni querían.
A las tres de la mañana,
hora de las brujas,
un silencio se prolonga
por allí donde ellas viven
un silencio se prolonga
por allí donde ellas viven
entre intrigas
procurando placeres
a quienes de ellas requieren
favores con que alegrar sus vidas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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