Como que no me veo
hoy he metido la cabeza
por debajo del agua del mar
y casi no las cuento,
alguien gritó ¡Socorro!
y tuve que explicar
que lo mío en el agua es eso,
no más allá de las rodillas,
el culo en el suelo
y la cabeza como los avestruces
por debajo del subsuelo.
¡Señor, dijo, quien me vio
tal si fuera un torpedo,
déjese usted a su edad
de líos y de cuentos!
Agua es esta mía
que yo la quiero,
Mediterráneo cantado por Serrat,
con cientos de versiones
en el mundo entero danzando sin parar.
Lago de mis adentros
cerrado como si fuera
un cubo
y en su centro
un vergel de islas
que sirven para que los extranjeros
se tiren desde los balcones
hasta allí donde ellos piensan
que llegarán con sus huesos.
A veces se ven pateras
y en esto no hay risas
y si muchos lamentos,
uno sabe que de haber sido extranjero
en un poblado con cabras
y las casas embadurnadas de excrementos
hubiera hecho algo parecido
por mucho que algunos
se crispen y se tiren de los pelos.
Por aquí han pasado todas las culturas
del mundo entero,
usando del Mediterráneo
para navegar a nuestro encuentro,
nos han rapiñado y robado,
a saber lo que se ha hecho
en esta tierra que yo adoro
por aquello
de que no sabiendo de donde soy
la quiero y por ella loco me vuelvo.
Estamos llenos de salero
y dice mi abuelo
que eso se plagio
de los eremitas del desierto
por allí el mar muerto,
más arriba o más abajo
de los egipcios y otros pueblos
que de tanta sal que tenían en su suelo
inventaron el salario, la soldada y el saqueo.
Me fui de la mar casi sin saberlo,
y seguro que algún lector
estará a punto de poner el dedo
sobre ese lugar del ordenador
que cierra el mecanismo interno
a través del cual nos comunicamos sin saberlo
unos y otros
en estos momentos.
¡Mar de mi vida y de mis sentimientos,
mar de mis desconsuelos,
mar del Conde de Montecristo
y de Napoleón y de un romántico muy perverso
que en Venecia era gondolero!
En avión el mar desde lejos parece
un royo de aluminio
desplegado y sin nada dentro,
yo se que mi mar me quiere
pues cuando lo miro
me lanza olas
que me sacuden hasta los huesos
y se que estará conmigo
el día que cierre los ojos,
pues sin el mar solo soy
algo parecido a un seco sarmiento.
Bajo el mar seré una especie de pecio,
ya antiguo resto,
con ánforas llenas de recuerdo.
Espero que si leen este poema
y llegan hasta este instante cierto
dejen en el comentario,
solo aquello
de "te acompaño en el sentimiento".
Es por si me muero,
pues he hecho una apuesta
con un pescador de gambas, congrios y cangrejos
y le he dicho que mañana
si esta en la bocana del puerto
a la hora de siempre
con los ojos puestos en el mar de mis tormentos,
a cambio de sus capturas le dejaré al menos
veinte pésames de esos
que son de verdad algo más
de lo que en los tanatorios
en estos días estoy viendo.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
Si les parece largo lean el comentario
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