No puedo
con eso de no decir nada,
de ver pasar la vida
y no asomarme a la sombra
de sus andares.
Me veo allí en medio
de un gran estanque
de agua con sus diferentes sabores
y con toda una fauna
surgiendo para mi deleite.
Y es que son tan graciosas
las aves palmípedas
que hasta las aguas
parecen que se abren
cuando sobre ellas descienden
para posarse.
Ya los cisnes
en su plena hermosura
por su largo cuello sobresalen
y en ellos su arrogancia es casi
la de los emperadores romanos
mandando a sus legiones.
Ya los patos
reposan sobre el agua
antes de zambullirse
en mitad de un perfecto orden
aprendido de la rutina
de quienes solo tienen
hacer lo que quieren.
Son los albatros y pelícanos y ocas
aves de muchos vuelos
por esos hermosos paisajes
vetados al ser humano
por tener pies y atarse
los zapatos con cordones.
Y por allí entre casquetes polares,
los pingüinos en su gracioso
atolondramiento permanente
ejercen su papel de vendedores,
de helados y sorbetes,
en cualquier lugar de los Polos
por donde nuestra imagen se traslade.
Gaviotas vuelan ahora,
rasa van,
peinan en el aire,
construyen deseos
se remontan sobre las guas
y se pierden
donde la costa se eleva
y sin más decir
los acantilados emergen.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario