Me detuve,
oí ruido,
ya se sabe
que los ladrones
no se saben a gusto suyo
cuando son molestados
y miré
a través
del gran hueco de la escalera,
no vi nada,
la luna entraba
por una rendija
de una ventana,
mal cerrada,
es como si aquel agujero
hubiera parido
una luna de luz
y yo fuera el testigo
que hace falta
para poner nombre
y apellidos
a ese ser que llega,
me quedé pensando
y miré hacia el lugar
donde la cama me esperaba,
a falta de matrona
y de parientes
más cercanos a la criatura
pensé en un nombre
y lo llamé amanecer
por aquello de que la luna se iba
y con ese marchar
de cazadora furtiva,
entraba rompiendo aguas el día.
Así me quedé tranquilo
y para cuando me fui a la cama
me imagine a mi mujer
oí ruido,
ya se sabe
que los ladrones
no se saben a gusto suyo
cuando son molestados
y miré
a través
del gran hueco de la escalera,
no vi nada,
la luna entraba
por una rendija
de una ventana,
mal cerrada,
es como si aquel agujero
hubiera parido
una luna de luz
y yo fuera el testigo
que hace falta
para poner nombre
y apellidos
a ese ser que llega,
me quedé pensando
y miré hacia el lugar
donde la cama me esperaba,
a falta de matrona
y de parientes
más cercanos a la criatura
pensé en un nombre
y lo llamé amanecer
por aquello de que la luna se iba
y con ese marchar
de cazadora furtiva,
entraba rompiendo aguas el día.
Así me quedé tranquilo
y para cuando me fui a la cama
me imagine a mi mujer
dando de mamar
a una bella criatura,
luz, es, me dijo
y vi como de su pecho salían
unas gotas de leche
con que dar de comer
a quien hasta esa casa había acudido
para ser en todo atendido.
a una bella criatura,
luz, es, me dijo
y vi como de su pecho salían
unas gotas de leche
con que dar de comer
a quien hasta esa casa había acudido
para ser en todo atendido.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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