Cuando escribo
no me pongo límites,
no saco cuentas,
no me miro en la cartera,
solo dejó caer la cabeza
sobre las letras,
le doy a los dedos,
miro en una pantalla
para ver como
el asunto se presta
y ¡zas!
sin saberlo
ni quererlo,
sin pensarlo
ni jugar
con más ocurrencias,
me doy cuenta
de que un poema
corre
y que unos versos
se prestan,
a ser sujetos
pacientes
de aquello
que por la boca sale
para poner en escena,
algo que si se lee
amansa a las fieras.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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