Y me dije,
que quien quisiera aventuras
que se las construyera el mismo,
que se las hiciera crecer,
que las ventilara y sacara,
que las expusiera
y si en todo esto
se notaba elegante,
que pusiera nombre y lugares.
Es esta la única forma,
me digo,
de poder entendernos
entre los que leen y escriben,
y a pesar de ello
pudiera ocurrir
que en este tipo de desenlaces,
sea mejor
lo que está por venir,
que lo que se lee.
La ingenuidad es algo parecido
a un rubor que sube
y cuando ya estás arriba descubres
que con ciertas cosas
mejor si no se juega.
Dejemos, pues, el asunto
tal y como está
y no demos motivos
a la rueda de la suerte,
para que sea ella la que decida
y determine,
quienes deben ser los lectores
y quienes los escritores.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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