Y las campanas para que sirven,
si ya no tocan, tañen,
si ya no son parte
del alma de los feligreses
que acuden a las iglesias,
que duermen
con el dogma ya parte,
de su corriente sanguíneo
y de su entender la vida
que para nada adolece,
de amor a un Dios
que los atiende,
desde la lejanía de los tiempos
sin intervenir en los asuntos terrenales,
siempre esperando a la muerte
con la que acrecentar los temores,
de quienes son sus criaturas,
beatos y beatas de todas las clases,
discurriendo por estos lugares
de un poema ya vestido
entre palios y cruces de santidad aparente.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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