Y llovió, nunca llueve lo justo
y es que estaba Dios enfadado,
Dios ese día bebió vino,
se quedó a gusto,
ordeño las ovejas
de algún dios pequeño
hijo suyo
y pasó que las nubes
se sintieron malqueridas
que los vientos confluyeron,
estás cuestiones son así en la vida,
tanto son que si no te procuras
un poco de todo pan y harina
llega el agua y la tierra
que se bate en huida
y terminan
por llegar hasta allí
donde solo ven las golondrinas.
Tinte suave
el negro de la noche camina
entre coches destrozados,
cuerpos sin vida,
silencios rotos
y rugidos de mil marabuntas.
Que triste es la existencia de los mortales
cuando temen por sus vidas,
para cuando el agua lleva cuchillas,
trozos de deseos rotos,
radios de bicicletas, butacones
de cine de primera fila.
No dejé nada en ese lugar
en el que se juntan
los vientos del norte,
las zurras en los montes leñosos
de nuestras vidas.
Un repaso urgente
a esas cuestiones que tanto ayudan
a comprender el mundo
tanto o más
si en ello prima
el ser agentes directos
que están siempre a la búsqueda
de la razón y del ser,
del sí sabía,
a la negación más absoluta.
Estás cosas animan
a jugar a no saber y a disfrutar
atizando brasas que no arden
a ese hogar que se abre
allí donde solo curan sus heridas
los pobres de siempre, condenados a ser,
parias, asalariados, sujetos
de buena espina
pendientes de jugar
a esta lotería
que si no toca
es porque no se pone gana alguna.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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