Desquiciantes horas,
casi juguete
el reloj que las contiene,
del sonido que las esparce,
de quien las aguanta
y vive,
del sereno son su alegría
para cuando el alba nace,
del hornero la masa
con la que se moldean los panes,
son en los hospitales
un recordatorio de la fugacidad de la vida
para cuando la enfermedad todo lo puede
y en los cementerios ya
un ritmo ausente,
pues nada se espera
y si algo se puede
es vivir en la soledad
de las almas que por la noche
contando estrellas se entretienen.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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