No hay prisas en un entierro
y las hay
y es que a veces pesa la muerte,
hay que dar descanso a los muertos,
pesa el día, las condolencias pesan,
muere el día y queda el vivo
peor que el muerto.
En lo mío que no hayan silencios,
ni esperas,
ni malos momentos,
me espero sereno,
ya ido,
ya traspuesto,
tan solo y sin cámara pintada,
ni dedos
apuntalando aunque solo sea
unos bellos recuerdos,
el cielo con estrellas,
los cartuchos retorcidos de miedo,
el señor del Nilo
y una barca recorriendo
aquellos territorios
que se quedaron congelados
en el último pensamiento.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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