Te tuve Pinarejo
de continua presencia
cuando aun era niño,
seis primaveras colgaban
de mis orejas,
y se refrescaban las calles empedradas
con agua que las mujeres con especial gracia
sacaban con la mano de un cubo.
Y vi pasar los días uno a uno
a la puerta de mi casa
jugando con otros niños
mientras las mujeres arañaban el suelo
y le sacaban brillo
con escobas desdentadas de ciazillo
que´luego vería colgadas de un clavo
en la pared de la cueva de mi casa.
Y llegó mi partida
cuando ya los geranios entristecidos
emergían desnudos y lacios
dentro de un bote de tomate corroído
que el viento columpiaba
en un pequeño jardín que había
en un un patio de paredes totalmente blancas
como la patena,
y cuando la cerradura de la puerta de mi casa
a una vuelta de llave hizo un ruido seco
como si el mundo se acabara.
José Vte. Navarro Rubio
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