He leído sobre unos años que van de 1931 a 1939
en un Madrid, capital de la resistencia y del mundo libre,
de ballenas alegre sedientas de sangre
en un sótano maldito
con recuerdos marinos
donde todos jugaban
a ser capitanes de barcos fantasmas
y ninguno a enseñar buenas principios a sus hijos.
Me envuelvo para estos menesteres
en el espacio concreto de un mundo cautivo
que a pesar de los pesares
y del tiempo transcurrido
continua siendo el mismo.
Todos somos en este siglo XXI
como aquellos pobres campesinos
de camisas comidas por el sol
y pantalones tan raídos
que su lustre es la grasa del tocino
restregada por una navaja sobre el muslo,
mientras el mayor, en edad, en una mesa
repartía pan
repartía pan
y él se quedaba sin trozo alguno.
Mi mundo es este, aquel
y el otro más llano,
primitivo,
humano
y querido
que dejé por imperativo legal
o lo que es lo mismo
por el hambre que se respiraba hasta dentro de los bolsillos
cuando mi padre venía del campo comiendo suspiros
y de estos quehaceres, Paco, amigo mío,
tú y y yo sabemos mucho,
uno, tú, en este caso,
en la calle de la Divina Pastora
y el otro, yo,
en la Calle de Las Cruces,
de un Pinarejo que nos sale de los ojos en forma de brillo.
Nuestras vidas y mira que soy repetitivo
son como las vidas de los ríos,
son como las vidas de los ríos,
largas o cortas en su recorrido,
pero siempre fríos,
y de esa frialdad nos vienen estos vientos de tanto compromiso
con la República, con ciertos partidos políticos
y con todos los parados y hambrientos del mundo
bendecidos injustamente por la estopa del destino.
y con todos los parados y hambrientos del mundo
bendecidos injustamente por la estopa del destino.
Pobres fuimos en un camino
de piedras, tierra y polvo infinito
y pobres nos iremos de este mundo,
aunque honrados como pocos o ninguno.
A esto que voy digo punto,
y en el final de tan breve epistolario
me quedo a solas con mi destino
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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