La noche con sus ausencias
y una botella
con algo de bebida en ella
que sirve
aunque uno no se lo crea
de medicina barata
de esa que se receta
en las cantinas del mundo
sin necesidad de que nadie estampe una firma
ni que te venga
con más sermones ni más leyendas negras
que las que en tu alma se encierran.
La noche
-cueva negra-
de Aladino
en una lampara
y dentro de ella
fantasmas de opereta
y mujeres bailando el cancán
y meando las piernas
al son de una música que no cesa.
En la noche destella
la negrura de unos ojos
y en ellos estrellas
que se bajan del cielo
hasta el ojal de una chaqueta
para dar prestancia
a ese hombre con tan mala prensa
que es en Madrid una leyenda.
Muerto en vida
y matado Buscarini sin querer
se dijo en la prensa
todo lo que no vino a acontecer
y entre blasfemias, odios y estúpidas reseñas
se condenó al poeta
al silencio más tremendo
de los que azotan la tierra.
Locos los hubo en Madrid a espuertas
y de ellos solo uno
-téngalo en cuenta-
salió ileso de esa tragedia
pues su locura
fue algo más que una enfermedad pasajera.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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