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Con mirarla
ella la mira
y muy guapa,
Santa Águeda, bendita,
se deja,
pues se ve en sus mejillas una incipiente risa,
que la geisha la peine
y ponga guapa para su cita
en ese día del mes de febrero
que desde el Japón nos avisan
de que en Pinarejo habrá fiesta grande o chica
pero siempre llena de alegría
pues la historia así nos lo atestigua.
Sobre el bastidor en el que Santa Agueda resucita a la vida
las manos de la geisha trabajan sin prisas
bajo el agradable olor de la flor del cerezo
que sobre su kimono se adivina
y al amparo de esa luz divina
que como si fuera una cascada
cae sobre el cuadro y le da vida.
Don Quijote brama y siente envidia
pues el pensaba,
Sancho Panza así se lo decía,
que de la Mancha era su guía
hasta que aparece esta dama y a la vez artista
creando desde aquel país con tantas maravillas
un cuadro de singular valor que en nada envidia
a los que sobre la Santa ha hecho jamás algún artista.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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