Subiendo, se atiende,
a lo que se ve
un espacio sujeto a la intemperie,
castillo de muchos siglos
con su ermita y duendes,
allí donde Cullera se siente
pueblo marinero con miras al norte, sur y oeste.
Con forme se asciende
tomo el aire en la pendiente
y sobre el rostro se plega
a la espera de que amaine
el soplo de Hércules, el beso de Helena a su héroe.
Ya el castillo tomado
en su patio convergen
turistas de muchos sitios,
historias que se comen
bajo el sol que cae y así todos beben
de la vida de los hombres y mujeres
de un medievo que bien contado sabe
a hogazas de pan, así dicho picatostes.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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