Recuerdo el viejo patio con sus trinos
y frutos prohibidos.
Aquel patio con su valla
y puerta de madera
y ventanillo
era el único alivio
de quien marchaba camino de la escuela
con sus cinco años cumplidos,
a regañadientes,
presintiendo de continuo
que le habían cortado las alas
al ave libre que brotaba en uno.
En aquella calle había
¡que cruel es el destino!
una casa señorial con su pozo señalando
lo hondo que es el pensamiento primitivo
de quienes solo han aprendido.
que nacimos
para romper las barreras que separan el pasado del futuro.
Atino a ver
entre árboles que se levantan
la cuesta que un día abrimos
con azadones y picos
para que nadie se marche de vacío
y todos llevemos el peso último
de quienes fueron familiares y amigos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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