Esto no es el jugo de la oca
ni de la taba,
no nos referimos al ajedrez
ni a eso que se llama
saltar a la comba
a la pata coja,
al coro de la patata
o cantar la Tarara,
hablamos de la tabla periódica
y de lo que en su seno
desde hace siglos se masca.
Trescientos años de historia
y todavía muchos de sus elementos
se memorizan
¡Qué pasada!
saberse oxigeno o nitrógeno,
en boca de millones de personas
que de ti hablan,
como si fueras el rey del universo,
y no hubiera otra cosa más sagrada,
eso de verdad que con nada se paga.
Trescientos años de historia
y para nada,
ahora viene Hyde y se la carga
y saca otra tabla alternativa
con el silicio como estrella,
de esta humanidad deshumanizada
que todo lo invierte
en fibra óptica, conductores,
cables y pantallas,
hamburguesas, perritos calientes
y bebidas azucaradas.
Por allí en esta tabla
y de forma destacada
se ve el cobre y el oro,
el zinc y el cadmio, el cromo y la plata
y uno se queda pensando
¿ qué hacemos con el carbono y
con el helio y con las castañas
que en el fuego se asan?
No todo aquí se acaba,
y es que hay otras tablas,
como la de Benfey
en forma de caracol
que no tira babas
y la de Moran, interactiva
y tan pausada
que relaciona a los elementos
tal si fueran parejas de baile
en una gran sala,
danzando al son de una flauta.
Los elementos que se agotan
salen de las tablas
de forma inmediata
y los que aparecen así de repente,
por obra y gracia
de alguna sonda gravitando
a nuestras espaldas,
se nombran y colocan
allí donde un hueco se alza,
para que salte de nuevo la magia
de quienes sueñan con descubrir
algo que a la humanidad le falta.
Yo con el amor y el cariño
haría otra tabla.
Por allí estarían las caricias
y los besos,
las dulces miradas,
los orgasmos y orgias,
los coitos a la hora que hagan falta,
el punto G en una diana,
estarían los abrazos
y no faltaría para nada
una buena campana,
para señalar con un tañido largo
lo que bien acaba.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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