¿Qué hago?
¿Qué digo?
¿Qué quiero?
La noche me trajo esto,
que no es poco
y si lo resuelvo
dormiré profundamente
hasta allí donde
pueda conmigo el sueño.
En estos días veo la televisión,
entre otras cosas contemplo
un concurso de esos
en que todo se consigue
a base de sobresalir
en una serie de retos,
que se imponen a los participantes
si es que pretenden llevarse un premio.
No digo nada,
solo espero
que llegue esa hora,
en que me encuentre
con el destino
que se abre,
allí donde el cielo y el mar
me traen
trocitos de buenos deseos.
Quiero
que todo sea sencillo,
que nada me obligue
a un innecesario esfuerzo,
que el devenir
sea solo aquello
que nos han contado
en forma de cuento.
Ya he llegado a la playa,
después de una noche
de oír al ascensor
bajando y subiendo
y ya no quedaba libre ni un puesto.
Dice el vendedor de churros
que no tiene tiempo
para hablar del amor
pues le hierven los sentimientos,
la playa es esto.
Y el mar está sujeto
a los conjuros y pensamientos
de quienes se meten en el agua
para tirarse allí toda la mañana
hasta que les salga escamas en el cuerpo.
Necesito que alguien
me explique
que fue del teorema de Pitágoras
si resulta que ya fue inventado
por los babilonios (1)
solo eso.
Y es que hay malos vientos
y todos soplan al mismo tiempo.
Me impera el deseo
de colocar una sombrilla en la playa
y necesito de ese teorema
tan concreto,
a 2 + b 2 = c 2 (2)
para posicionarme
sin necesidad de caer
en el campo visual de quienes
me mira desde cerca
como si fuera un animal extraño,
con síndrome de lelo.
Cierro el diario
antes de que diga lo que no debo.
Veo como un barco se esfuma
en el horizonte
repleto de brumas,
triángulo de las Bermudas que presiento
y de historias que dan miedo.
(1): Parece ser que Pitágoras no descubrió el teorema y todo esto gracias a una tablilla a la que se puso de nombre Plimpton 322. Dicha tablilla fue encontrada hace años en la ciudad de Larsa, en el sitio arqueológico de la bíblica Ellasar, hoy 250 kilómetros al sur de Bagdad
(2) Teorema de Pitágoras
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