Nueva York llora,
si Federico García Lorca
lo supiera
no hubiera dejado en sus poemas
nada que fuera
más que sol y luna
con que jugar allí donde nos mira
con esa su cara todo un poema
Le duele a Federico el llanto,
de una ciudad entera
que le quemó por dentro
y le dolió por fuera.
Siente Nueva York
el celo de la noche cuando llega,
se impregna su alma de cemento
y del rocío que surca la ribera
de un río en el que resuena
el batir de sus aguas
para cuando sus puentes se elevan.
Una isla, un océano de estrella,
un puerto
y una estatua de gran belleza,
pies de acero
los poetas de esta ciudad
se muestran,
como los ojos que contemplan
a la urbe que rompe su estampa
para elevarse tras si fuera
la mano de un Dios
que desde la tierra
arranca del cielo
la noche de los días
con que caminar ella
entre sendas que llevan
de orientes a ponientes y así,
ellos los poetas,
son de esta ciudad
sus errantes estrellas
y sus miradas tiernas,
con que decir,
Federico está bajo tierra,
que en todo se esconde
una gran tristeza.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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