viernes, 27 de septiembre de 2024

DIARIO DE UN OTOÑO VI



¿Y es viernes y qué les digo?

Pues esto mismo
que se me ha ocurrido.

Estoy en la cama
y me retuerzo de gusto.

Una brisa acompaña
este mi despertar matutino,
en que soñaba en que vivía
en una comuna
y estaba preparando el desayuno
a un autobús de peregrinos,
que iba de camino
para visitar una bodega de vino.

Y en ese instante
mis sueños se hicieron difusos,
pues por culpa de un Decretazo,
de esos que no mueven
piedra de molino,
se había armado una revuelta
y mira por donde
en ese instante oí
lo que era un eco profundo,

y es que los chavistas
los muy ilusos,
decían
que lo suyo
había sido muy limpio
y que no cabía lloro alguno,
por algo que nunca había ocurrido.

Y me reí a gusto,
pues vi
que los dígrafos
"che" y "elle"
bien escritos,
formaban parte
de este idioma el nuestro
tan por la tierra repartido.

Y con tantos lirismos
entendí el por qué
Juan Ramón Jiménez,
poeta distinguido,
escribía a su gusto,
Antolojía poética
y se quedaba tan tranquilo,

y el por qué Caballero Bonald
uno de los buenos poetas
de estos dos últimos siglos,
escribió un libro: Entreguerras,
sin signo de puntuación
alguno.

Me vi en mis sueños
trabajando de lo lindo,
me agarraba a un clavo ardiendo
para ser el mismo.

Me rejuvenecí en este sueño tanto
que pensé que si no lo contaba
tal y como había sentido
me convertía en un enemigo público.

Y en esto me desperté
y vino
esto de retorcerme en la cama,
de escribir un poema,
y de estar ahora mismo
esperando para ver si entra
algún mosquito distraído
y le doy con la suela del zapato
en el mismísimo hocico.

Si es mosca cojonera
y busca abrigo,
ya se sabe lo que pasa
en casa del pobre
que vive del olvido,
que a poco que se escarbe
nada se encuentra
y se va uno
por el lugar por el cual vino.  
Autor: José Vicente Navarro Rubio

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