sábado, 21 de septiembre de 2024

POESÍA: TODO EN EL OTOÑO ES SINFONÍA

 Todo en el otoño es sinfonía
y en el gran teatro de la vida
una nueva temporada se abre
sin prisas.

Por ahí anda el aposentador
colocando tarjetitas
en los palcos reservados
para los llantos a la izquierda
y a la derecha las risas.

La señora de las flores,
comúnmente llamada florista, 
porta ramilletes que regala,
 entre sonrisas.

Ha llegado un mustio 
y se le ofrece una orquídea descolorida
y el pobre se va contento 
a sentarse en el gallinero 
junto a otros polluelos y gallinas.

Ha llegado un socio capitalista
de ese gran teatro de la vida,
y se le da un ramo de gardenias
que le llevan hasta un palco
para colocar encima de una mesita.

Las entradas se venden 
según se vea la cara del fulano
que asoma la nariz por la ventanilla,
donde se venden los abonos
a precios de esos
 que entra hasta melancolía,
pues solo pueden asistir 
los ricos
 y los de medía cartera hacia arriba.

Hace su entrada un cura,
viene de ofrecer un responso 
a alguien que se ha ido 
con cara de pocas risas.

Y es que los otoños son así
como se pintan en los cuadros
y se ven en las poesías, 
en los dramas 
y en las películas.

Se apagan las luces y se oyen 
toses y se escucha 
como una señorita 
le pega un guantazo 
al avispado amigo de toda la vida
que le mete mano 
sin avisar que la tenía fría.
 
Y de corrida
 se abre el escenario,
y un señor vestido con levita,
para más decir,
con dos manchas de chorizo
 en la camisa
y en la corbata 
un alfiler de esos
que imita al oro,
 sin ser,
 no más que calderilla,
lee con voz de sacristán
 de iglesia sin cura 
con que hacer misa,
 lo que este otoño se ofrecerá
en este teatro de las maravillas.

Y así suena una suave música
y comienza el desfile de obras 
todas ellas llevan sello de garantía.

Y es que es otoño de opera
y por ella desfilarán:

Cavalleria rusticana, 
Don Carlo
Nabucco,
Aindamar
y la forza del destino.
Otoño este el que se ve 
de película.

Y así termina este capítulo 
que si bien acaba,
es porque bien se inicia,
no sin antes aplaudir
pues comienza la función y 
no se oye ni el aletear
de mosca alguna.

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