Hablemos de las sardinas en aceite,
para esto sirve la labia y mucho.
Digamos que son una especie de estimulo
entorno a una tarde de un viernes
en que ya ha caducado hasta la lata
en la que seis unidades
viven sus últimas días
hasta de ser engullidas.
Por allí andan las grasas
unas saturadas,
otras monoinsaturadas
y otras poliinsaturadas,
a saber cuales de ellas mata
más rápido,
sin necesidad de recurrir
al cianuro,
pero no se acaba aquí el asunto,
pues luego están
las proteínas y la fibra alimentaria
y la sal y los azúcares
y el papel en que se envuelven
y el latón y la tinta
y así y todo
yo las veo
envasadas manualmente
saliendo del mar
en una noche o en un día retorcido,
para llegar hasta aquí,
hasta este poema,
en que ser fuente de inspiración
antes de ser consumidas
ya sin posible retorno
al mundo que nos es conocido.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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